lunes, 11 de julio de 2011

El viaje de Daniel Samoilovich



Molestando a los demonios
(Los cuadernos de Tien Mai)


Lago Leman, abril de 1935



Día de sol, sacuden las almohadas
en el patio interior del hotel:

golpes muelles, asordinados, y en el aire plumas
que no tienen apuro por caer.

***

Dejé a mis sirvientes los dudosos palacios,
me traje solamente tres arcones

con libros, tinta y papel: pero vine
también yo, ése fue el error.

***

Aprovecho el buen tiempo, leo
en la terraza sobre el lago azul.

Los caracteres antiguos
se erizan como demonios

que habiendo dormido una siesta de siglos

al despertar se enojan

con el primero que ven.

***

El sitio viudo es el nombre que le puso
Wang Wei a la roca aislada

donde iba a pensar, aguda y alta,
impar como el cuerno del narval,

el que nada en los mares más fríos
cubiertos de hielo y oscuro vapor.

***

Lo que estaba unido
o atado se esparció, lo que suelto

yacía la tormenta lo juntó
en un anillo sólido y grisáceo

que gira cerca del suelo.
Así lo que tenemos o creemos que tenemos,

lo que somos o creemos que somos,
el amor lo dispersa

y cosas sueltas, ramitas, recuerdos idiotas,
pedazos de sueños a punto de olvidarse

se ponen a andar en círculo
y su ronda obsesiva no nos deja dormir.

El viaje de Mario Nosotti



Glosa

Este pliegue de nubes se sumó                                 
al ámbito impasible del que vuelve
pensando más allá.
Un movimiento oscuro pero leve
atraviesa la seda que protege                                      
su deber de decir. El mensaje se mece                       
en una repentina más cierta
razón fundamental.
Tronco hueco y sombrero
mirada transeúnte o más bien
la cabeza hasta el mismo vacío,
hasta al fin alcanzarlo, depositándolo.

La quietud en el hondo                                             
batir de la emergencia. Lazo que hace
el polvo. La emergencia del polvo
que vendría a ser yo.

 ***
  
                                                                                      
“futuro cotidiano”
 Hilda Rais

Busco en esta pisada
la hora que no encontré
los otros días malos
Pensaba de la huella su obertura
entregaran el hilo de su ritmo
Escuchar para adentro
mirar y tomar nota
comparar
Tristeza que tratara
de atrapar un declive
en un mar que va y viene
un filo que no deja reposar
Y la foto
de concreta tan linda
la letra la disgrega
A esto quiero llegar   

 ***
  
Por cada sueño de la levedad
se cruzan las alarmas de los santos
ellos trazaron su circunferencia
y miraron adentro

Una forma consiste
en otear a lo lejos y escribir
lo que se ha recogido no se sabe dónde.
Otra forma es trabar una lucha
elevarse pisando
salientes y hendiduras
asentando la uña del zapato.

Tengamos la ilusión de recoger
después hay sólo hilos, yeso.

Con eso nos metemos y eso
da la gracia.

Los santos botan lámparas
que a poco los consumen.

Entran así a la noche inmensa.

El viaje de Eugenia Coiro



un claro
en la densidad
el bosque bañado de blanco
por la luz de la mañana
la espalda de una mujer
en ligera inclinación
algo delante de ella
algo gris marrón oscuro
¿animal? ¿cosa?
la mujer no está asustada
su cuerpo se inclina levemente
hacia delante
parece mirar un punto cercano
parece querer tocar algo gris marrón oscuro
una roca o un animal
una cosa
ella viste una blusa celeste
una pollera blanca
los pies no se ven
algunas hierbas
trazos esfumados ocultan
en la mañana del bosque blanco
un claro
entre los árboles altos
la espalda de una mujer
se inclina suavemente hacia delante
frente a ella una roca, un animal, una cosa
algo gris marrón oscuro
algo espeluznante
algo erguido
atrae su mirada y su cuerpo
sus brazos tendidos
a punto de estirarse
adivino sus ojos
la curiosidad
la yema del dedo
la intención de palpar
eso
la textura
el sonido
la pausa
el instante eterno
la inminencia 

El viaje de Ben Darlington


Siempre me gustó viajar, más que nada por el placer y el desafío de descubrir lo nuevo. A veces la balanza entre viajar y desafiarse se encuentra en desequilibrio, pero está en esta experiencia – la de medir los límites entre lo conocido y lo desconocido - que se aprende del mundo.
Igual, el proceso de explorar lo desconocido se extiende más allá de lo espacial: por los libros, la música, las películas y la poesía, el viajero inquieto puede ir descubriendo paisajes foráneos de la cultura y del pensamiento.
Hoy, más que nada, es el dominio de internet lo que abre las puertas al trotamundos inquisitivo. No obstante, aquellos -siempre de viaje– que vagabundean por los senderos ciber, todavía se encuentran con el desafío. La realidad es que mientras que tengamos el mundo en los dedos – nuestro uso de internet se hace cada vez cotidiano– podemos dar una vuelta por el barrio electrónico para cumplir las tareas y ¡ya está! Quiero desafiar al ciudadano-ciber a explorar los mundos que he descubierto– y sigo descubriendo.
Para gente anglohablante, una limitación muy destacada que les impide la exploración de América Latina es la carencia de noticias del continente. Aparte de los temas clásicos –mineros y narcotraficantes– familiarizarse con temas de actualidad es tarea bastante compleja.
Por eso, me animo a fundar un blog para tratar las noticias hispanoamericanas. Les presento a ¡Pulsamérica!
El objetivo de la página es sintetizar -y traducir- las actualidades del continente en una forma legible y alcanzable. Por turnos, los artículos proveen una base para estudios más profundos sobre temas de la política o la cultura. En estos días publicamos, por ejemplo, un ‘feature’ sobre el aborto ilegal en Chile.
Ya somos 20 escritores y seguimos creciendo. Ofrecemos un boletín de noticias, una agenda cultural de eventos latinos en el Reino Unido y artículos sobre la economía, las artes y el punto de vista mundial.
Los invito a colaborar con el proyecto: buscamos ideas, artículos, y escritos creativos, sean poesía o cuentos. Si bien la página está en ingles, escritos en castellanos son bienvenidos: nos pone muy contentos traducir cosas. Finalmente, nos gustaría muchísimo contar con la colaboración de artistas y fotógrafos para ampliar el efecto visual del sitio.

El viaje de Ting Ting Mei


Invitaciones

          Recuerdo la antesala, el espacio de transición, donde las cortinas gritaban una decadencia prematura. No quise entender que la decoración fuera parte, que fuera también sus días y sus pasajes, los incontables espejos, la expresión devuelta, también el desconcierto y las llaves descolgadas. Alejandro eligió guiarme por el pasillo sin encender las luces, hasta el fondo de la casa porque ya llegábamos, porque faltaba poco.
          Supe que lo señorial no era suyo sino de la madre. Con el eco en los pasillos se escuchaban todas sus peticiones y de alguna manera, el murmullo transcurría aunque no fuera exactamente domingo. La comida estuvo más o menos lista. La albahaca peligró en su aroma a punto de quemarse, las vajillas titubearon en su delicadeza conservada y el aceite poco medido lo tiñó todo de espesura. Incluso la mesa, la gran mesa lo desaborido que se sentía en un almuerzo al vacío.
          Al terminar rogué no quedar expuesta. Me pregunté si la necesidad, si el amor son prácticamente la misma cosa. Los comprendí en el fondo y se me iluminaron los ojos cuando los miré de cerca. El hijo, la madre. Él me odió profundamente y yo me habré entristecido en silencio.
          Con el tiempo me fui acostumbrando, hasta llegué a pensar que en la casa haría falta un gato. Fue atrevido cómo lo propuse. ¿Y si yo le ponía un nombre? ¿y si lo criábamos juntos? Alejandro me respondió que no había lugar, y cuando se me desfiguraba la cara me explicó que la madre siempre había sido alérgica.
          Cada tanto nos divertíamos. Nos gustaba, por ejemplo, imaginar mundos con sólo escudriñar la portada de las películas que no alcanzábamos a ver. Viajábamos o actuábamos, pero por alguna razón él siempre renegaba de mis elecciones. Yo me sentía tonta y predecible, repentinamente se me anudaban los argumentos en la boca y el calor o la descompensación del encierro se tornaban imposibles.
          En esos momentos, alguien llamaba a la puerta no una sino tres veces, y cuando los golpes retumbaban en mi cuerpo entero, no podía evitar abrazarlo con todas mis fuerzas: “Alejandro, no me dejes, no me dejes atrapada”.

***

Intercambio
 
          Me mantenía boca arriba lo más que podía. Sin reparar en los movimientos, entregándome al automatismo de haber dormido tantos días, me reconocía la panza lentamente: primero el ombligo, el centro que agita los temblores de la noche; después el contorno, asintiendo a su forma levemente redondeada; luego, todo el detenimiento en el tacto, o en las sensaciones de cuando se forma un valle, una grieta, y justo cuando empiezo a reencontrarme con las microimperfecciones, Alejandro generalmente se impacientaba observando el proceso. Su lema era que si no dolía, estaba bien.
          Ese día entonces no fue diferente. La temperatura era amena, la posición aunque estática no había logrado entumecerme ninguna parte del cuerpo, incluso podría decirse que me había despertado sin sed. Mi panza estaba descubierta, sanamente inexpresiva y entregada sin más al momento del ritual. Alejandro me preguntó y repreguntó lo mismo de siempre. Le expliqué con paciencia y devoción que tocarse el cuerpo no es necesariamente sentirse mal o efectuar una exploración. Para mí es un simple saludo le dije, “Buenos días, yo también sigo acá”.
          Alejandro sonreía, me decía que él en cambio había sufrido toda la noche las sobreexigencias del mundo, que había descubierto la debilidad, resignado su voluntad frente a las posibilidades fisiológicas, y específicamente, se había visto abatido en la inutilidad de sus conocimientos en la medicina. Incluso podría decirse que se había despertado sin ganas de fumar,  que se sentía afiebrado y que había decidido dejar de lado sus actividades programadas. Yo no sabía si sentía culpa o un pequeño alivio. Por las dudas le dije que no se preocupara, que grave o poco grave igual estaba enfermo y que es válido descansar cuando uno está enfermo.
          Durante la mayor parte del tiempo se acostó con los ojos cerrados. Aproveché para espiarlo y confirmar que lo poco saludable en efecto le sentaba bien. Tenía un brillo especial en la piel, un barniz tenue y cristalino le cubría la frente y parte de los pómulos. Su pelo arremolinaba los restos de la tarde, y a la luz que se filtraba por la ventana, me entretenía siguiendo cada pelusita y sus destellos flotantes. Entre todo eso, los labios le resaltaban de manera asombrosa, y al fruncir la boca fallaba en humedecerlos completamente. Se movían cada tanto, entreabiertos-entrecerrados y esa pequeña intermitencia lograba disipar la habitación, y me despertaba del ensueño.
          Habría exhalado en esos momentos, pienso, cuando me acerqué a preguntarle, a preguntarle si estaba bien, si le dolía, si necesitaba, definitivamente, ya habría sido irreversible en esos momentos, cuando dudaba, cuando percibía y cuando me perdía en lo que intentaba decirme.  Ahora, indefectiblemente siento, que muy dentro de mi panza, yo también estoy incubando algo. 

lunes, 16 de mayo de 2011

Pequeño álbum de Letras Combinadas XII

 Lautaro

 Ting Ting Mei















Mario Nosotti










         Ben Darlingon y Cecilia Maugeri




 













Eugenia Coiro
















Daniel Samoilovich

miércoles, 6 de abril de 2011

Letras Combinadas XII


Letras Combinadas XII

en Vuela el Pez

(Córdoba 4379)

Viernes 15 de abril, 19 h.

Viajeros invitados:
Daniel Samoilovich
Mario Nosotti
Eugenia Coiro
Ting Ting Mei
Ben Darlington
Cecilia Maugeri

Además habrá música en vivo y exposición de arte.