martes, 22 de junio de 2010

El viaje de Valentina Nicanoff


I

Auxilio
voy a condenar
con sanguijuelas de pimienta
mi sangre
delirante que brota
amapola rojonegra
cactus de alucinación
en los sentidos
espina
de raíz
perdida
enroscada
hecha coraza
charco de ilusión
baba
sin caracol
en el pozo ciego
donde bucea
muda
y polar
la otra

II

¡Abandónenme!
hoy no tengo ánimos de saliva
soy una llama mascando el silencio
y no me atrevo a escupir el cadáver del espejo
(si fuese la otra, me ahorcaría
con los rayos del sol
y caminaría
una y otra vez
sobre los médanos
de mis huesos
con cicatrices
de vida
en el cuello)
pero acá es necesario arder más
hacer leña con cada fibra muscular
rozar los harapos de la piel
acariciarme rápido y con asco
ensimismada
con dedos de fósforo
uñas de pala
y ¡zás!
en hoguera
todas las brujas
desaparecemos

porque ya no busco el suicidio del reflejo
ya no más arcaica espera
de impulso mamut congelado en el desierto

III

caduca el reloj
pero la música es un pico
sin pájaro en mis venas
otra vez rendida
abdicada de la vida
por qué ,..., por qué
porque no pasa nada
y no soy yo la que se mata
es el buitre de mi esperanza


IV

seis años
alguien desabrochó los botones de mi inocencia
y yo me hice espina bajo el zapato
de la marioneta renga
que la infancia cosía para mí en sus puertas

VI

La cuna es un inodoro de tapa levantada. Volver al origen es hacer cerámica de tumbas con tierras que se excavan solas, bajo mis pies, en espiral. Yo pude ser la gran artesana de la muerte, pero siempre fui la arcilla que giraba, que daba vueltas, que desnudaba con arte el barro de su dignidad ante las manos de un escultor. Yo pude ser la gran asesina, tan sólo hablando, pero siempre fue un cuchillo de junco mi lengua sumisa. Y pude arrojarme escaleras abajo a los nueve años, pero escondí mi nacimiento
en la placenta de la postergación

De Amapola (Colección Valijita, 2010)

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