lunes, 6 de octubre de 2008

El viaje de Karina Macció

No puedo
dejar
tu voz
en mí
Vos Yo
no es
Nosotros
que te gusta tanto
que te espío
que te entusiasma
y me asombra
esa posibilidad
nunca tomada:
la veo como una rama
una raíz rama de ombú
inmenso y bifurcado
enrevesado entremezclado
imposible seguir
a dónde van
-¿nosotros? Sí, ustedes, US-te-des
esos brazos oscuros y ondulados
rígidos en su olear
se extienden y nos cubren
apenas veo el cielo anaranjado
ese color ahí arriba
como nosotros
no puede ser verdad
pero es es naranja y nos cubre completos
una telaraña arbolada
los brazos son piernas o patas peludas
hojas de a poco que nos bañan
se nos pegan nos visten otra vez
con hojas más expuestos con hojas nos desarmamos
desrramados
cúmulos de palitos revestidos
que se derraman
deshechos
y se vuelven a hacer.

Te veo entre verde apagado y naranja con negro
delineado entre sombras, titubeante
claroscuro en un paisaje
fantástico
a esa hora en el parque
el rocío es luz que ensancha
cada farol y cada observación tuya
nos humedecen nos funden
en una tela de patrón ilógico
y salta a la vista
chilla
es claramente una figura imposible
no cierra
pero no puedo
pero qué se puede
cuando alguien tiene en las manos
pomos llenos como bombas maduras
y juega y juega y se divierte
manchando personajes que se prestan
tentados
desgarrados de sí
cortados en dos
reproducidos y multiplicados (quién dio la orden quiero saber)
perdidos (en los ojos gallitos ciegos)
de repente se tocan se encuentran se besan y creen
que tanta casualidad, tanta suerte
es destino
pero siguen sin encajar en ningún lado.


Deambulamos
muertosvivos
hay un ojo que está clausurado
y lo que queda respira profundo
cada vez
para no terminar
de sentir.

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